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Creencias que fortalecen Artista: Ángela Bedoya Cuadro con bordado a mano
Entre fantasías y realidades
Ángela nació en la zona urbana de La Ceja, municipio de Antioquia. A sus 5 años, por decisión de sus padres, se fueron a vivir a una de las veredas llamada Piedras. Su vida transcurría de manera normal; “recuerdo con mucho agrado que tuve una muy buena infancia.
Entre mis actividades favoritas y los recuerdos que ahora me dan alegría, es cuando podía jugar con mis muñecas y la cocinita. Sé que soy afortunada porque mis padres siempre me respetaron mi edad y me dejaba jugar casi a diario”.
Su mamá, es una de las personas a quien más ha admirado. Además de ser muy buena madre, era una excelente cocinera, y aunque en ocasiones trata de preparar sus recetas, reconoce que el sabor y la magia que ella ponía en su comida no se reemplaza con ninguna.
Su sazón es algo que aún en ocasiones cuando cierra los ojos, recuerda con mucha nostalgia y orgullo. “Si tuviera la capacidad de devolver el tiempo, traería a mi mamá cada que necesito tomar una decisión o cuando necesito un consejo, en las situaciones no tan fáciles que a veces nos toca vivir”.
Decidió cumplir su sueño de niña y conformó su propia familia; en la actualidad vive en la vereda Piedras, junto a su padre, su esposo y sus tres hijas. Es ama de casa y disfruta mucho cuidar de su jardín.
Si bien, siempre estuvo rodeada de amor por su familia, también recuerda algunos sucesos muy dolorosos que la marcaron para toda la vida a ella y a su familia:
“Recuerdo que cuando era pequeña, (…) un grupo de estas personas (los paramilitares) ingresaron a la casa y a la fuerza se llevaron a mi tío y a su esposa. Días después a la esposa la dejaron en libertad y ella llegó hasta la casa, ella llegó en llanto profundo y sin palabras en su boca. A mi tío jamás lo pudimos volver a ver, ni vivo, ni muerto”. El tiempo pasó, pero los dolores por la desaparición de su familiar no cesan.
Ella siente su vereda como el mejor lugar para estar con su familia, por su tranquilidad y libertad, pero recuerda que en el auge del conflicto armado, en la década del 2000, el territorio no era seguro. Sin embargo resistieron, se ‘acostumbraron’ y se quedaron allí:
“Recuerdo de manera negativa cuando los paramilitares rondaban la finca y toda la vereda en general, y también recuerdo mucho que nosotros siempre hemos tenido animalitos, y cuando menos pensábamos, ellos entraban a la finca, siempre cogían una o dos gallinas y se las llevaban, nunca preguntaban, ¿y nosotros que podríamos decir en ese caso?, nada, solamente quedarnos callados y aceptar que se las llevaran...
Al principio sentíamos temor de esta situación, pero con el tiempo yo creo que uno se acostumbra a ellos y ellos se acostumbraron a nosotros”. Sin embargo, reconoce la resistencia como su comunidad asumió todas estas situaciones: “Pienso que la vereda ha sido resiliente y ha sabido afrontar las situaciones que nos afectaron en el pasado, este lugar luce muy cambiado a como se veía antes”.
Ahora en el presente, se atreve a nombrar cuál es su aporte a la construcción de la paz: “cuando sé que puedo ayudarle a alguien y cuento con el tiempo, lo hago con mucho gusto, por ejemplo, me agrada ir donde una vecina cercana a ayudarle a arreglar su finca”.
No recuerda que en su vereda se hayan desarrollado procesos de memoria y sanación; para ella ha sido muy importante poder participar en este proyecto de ‘Perspectivas de Paz’, pues le ha permitido compartir ideas entre vecinos, darse cuenta de que tenían muchos puntos de vista en común y aprender a escuchar también otros diferentes para aceptarlos.
“Uno de los cambios que yo puedo ver en mi vida después de que desarrollamos este proceso, es entender más a las otras personas; si por alguna razón se presenta una situación compleja o una pelea, tratar de perdonar y no ser tan rencorosa, pues aprendí que, si perdono al otro, yo estaré más tranquila y no tendré ese rencor en mi corazón”.
Escrita por Cindy Santa y Cristina Ríos
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Tradiciones memorables Artista: Augusto de Jesús Ocampo Ríos Maqueta pesebre
Sueños llenos de amor
Augusto nació el 4 de agosto de 1956 en la vereda Piedras del municipio de La Ceja. En la actualidad es abuelo, padre y esposo y goza de una estabilidad económica y un sentido de responsabilidad que no permite que su familia se vea afectada por la presente situación (emergencia sanitaria por Covid-19).
En el barrio donde reside, El Paraíso, los vecinos son muy unidos y entre todos procuran cuidar a los más vulnerables; también han recibido apoyo de las autoridades disminuyendo el micro tráfico y el consumo de drogas, lo cual ha hecho del sitio un barrio más tranquilo.
No había participado antes en un proceso de reconstrucción de memoria histórica, así que la experiencia vivida con los otros participantes y el compartir de intereses y pláticas, lo hace recordar momentos similares que vivió en su juventud, cuando compartía con alrededor de 130 niños el conocimiento del catecismo, y con el acompañamiento de 2 seminaristas.
Manifiesta que los encuentros en el proceso de reconstrucción de memoria histórica eran muy apreciados, por la confianza construida con todos los asistentes, y todo lo que allí se compartía.
Lo que recuerda con mayor afecto es el compañerismo que tenía con los otros niños en su época de escuela; jugaban al trompo y con canicas al salir de ella; aunque a los doce años los estudios quedaron atrás para empezar a trabajar la agricultura.
Pero recuerda con tristeza la casa donde vivían le pertenecía a su mamá, pero un hermano suyo la vendió y eso los obligó a salir de la vereda. Cuenta que la violencia afectó al campo hasta mucho después de que él y su familia habían salido de ahí, por lo cual se siente muy agradecido; su mayor acercamiento con la violencia fue tener
que presenciar la muerte de algunos jóvenes caídos en la drogadicción y después asesinados por grupos delincuenciales en el pueblo. Lo que más le genera nostalgia a Augusto son las antiguas celebraciones navideñas, porque en ese tiempo eran muy alegres, los días se pasaban en la recolección de los materiales necesarios:
“yo me perdía días enteros a buscar cardos y musgo para hacer el pesebre porque yo era el que hacía el pesebre en la casa, y todavía lo hago”. Cuando era joven soñaba con tener una casa propia para su familia y hace ocho años pudo lograrlo; reconoce que su casa ha sido su logro
más grande ya que antes de esta vivienda tuvieron que pasar por situaciones difíciles donde incluso un plástico era lo único que los protegía del sol y del agua, y no podían armar sus camas a pesar de tenerlas, pues debían dormir en el suelo. Augusto espera que la paz y la tranquilidad, siga prosperando en el futuro.
Escrita por Cristian Uribe
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Ausencias... una niñez sin juegos Artista: Flor Muñeca de trapo / Cuadro con bordado a mano
Maestra de esperanzas
Flor nació en Abejorral, Antioquia, en una vereda llamada La Pradera. A la edad de 7 años perdió a su padre, y ella siendo la mayor de 5 hijos, y viendo a su mamá tan enferma, decidió salir a trabajar para llevarles algo para comer; el trabajo en el campo se tornó difícil, y más para ella siendo aún una niña: “para ayudar a levantar mis hermanos y mi familia yo me iba a ayudarle a las señoras en las casas de familia
entre los oficios qué debía hacer estaba el de arreglar cocina, cuidar los cerdos, me tocó trabajar con una persona que tenía dificultades mentales y me castigaba constantemente, pero la necesidad era mucha y yo sabía que en mi casa esperaban lo que yo llevara. A mí nunca me pagaron con dinero, a mí lo que me daban era un pedazo de jabón, una media de leche y media libra de panela, pero con eso me iba completamente feliz porque ya con eso podríamos tomar algo para no acostarnos con el estómago vacío o sin comer nada”.
Así pasó su infancia trabajando en las casas de familia, lo que le impidió vivir momentos de diversión con juegos y juguetes, ya que no le quedaba tiempo para eso; cuenta también que no tuvo muñecas: “recuerdo con mucha nostalgia que sólo en mi niñez tuve una muñeca, la cual me había hecho un tío con una tusa de maíz y unas hojas, además también recuerdo que lloré mucho porque mi muñeca se la llevó un perro, ahora me río de este suceso, pero ese día me marcó y fue muy trágico para mí”.
A la edad de 13 años, Flor conoció a su esposo quien en ese tiempo tenía 33 años; él vivía en la zona urbana de Abejorral, y en el año 1972, ambos decidieron trasladarse para la vereda Piedras en el municipio de La Ceja. Dice que era muy niña cuando se fue con él, y no conocía acerca de sexualidad pues su madre nunca le habló de esos temas importantes para una relación, “inclusive la primer pregunta que recuerdo que él me hizo fue que si a mí ya me había llegado la regla (….),
yo inocentemente le respondí que había salido de mi casa muy temprano, porque en realidad no sabía nada de ese tema, pero ahora me doy cuenta con lo que poco a poco he conocido, que además de ser maltratada física y mentalmente, también fui violada”. Casi todos los recuerdos que tiene con su esposo, le generan tristeza. Él era muy celoso y en repetidas ocasiones le dio malos tratos y la agredía física y verbalmente. Flor concibió 10 hijos, sin embargo, sólo sobrevivieron cuatro por cuestiones de salud y dificultades para el acceso a los servicios del hospital.
Adicional a todos estos episodios de maltrato por parte de su esposo, Flor debía lidiar con la presencia de grupos paramilitares en la vereda y en su casa: “todos teníamos miedo y sabíamos que en cualquier momento ellos llegarían a nuestras casas, inclusive con mi esposo y otro vecino teníamos unas vacas en compañía, del total del dinero que ganábamos por la leche les debíamos dar la mitad a ellos, esto era lo que llamaban anteriormente como vacuna. (…)
Las historias tristes y violentas fueron muchas, pero particularmente recuerdo la de un muchacho que fue compañero de mis hijos en la escuela, y los paramilitares le preguntaron por otras personas, él como que no quiso dar muchos detalles y lo picaron y se lo entregaron a la esposa en un costal”.
Flor dice que esos momentos difíciles no los podrán olvidar nunca, pero agrega que “de manera personal mi vida ha cambiado de la noche a la mañana, los malos recuerdos quedan, pero ya no afectan tanto, ahora cuento con la dicha de vivir más en paz, ahora siento más libertad y pienso más en mí”.
Las situaciones duras o desagradables que vivió Flor, la convirtieron en una persona tímida y nerviosa. Prefiere no expresarse con las otras personas, lo que le ha generado enfermedad del colon y del hígado. El médico siempre le llama la atención porque, el “tragarse los sentimientos” se refleja en su estado de salud, “para mí es difícil expresar lo que siento porque pienso que la otra persona se incomodará”.
Cuando era niña, además de soñar con muchas muñecas, soñaba con ser maestra, “el sueño no ha cambiado, porque creo, además que lo he podido hacer a través de los aprendizajes que le comparto a las personas que están a mi alrededor”.
Escrita por Cindy Santa y Leidy Ríos
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Piensa en grande aunque comiences por algo pequeño Artista: Libardo Antonio Filioscopio
Siempre con los ánimos arriba
Libardo Antonio es un líder comunitario, conocido en Colmenas como el abogado o el líder de la zona sur. Tiene 62 años y vive en la Vereda hace 33. Desde pequeño le ha tocado rebuscarse la vida, por eso no tuvo la fortuna de estudiar y mucho menos tenía tiempo para jugar.
Un día el hermano mayor los llevó a vivir a La Ceja, lo que le cambio totalmente la vida, porque “estaba allá en el pueblo, entre comillas en la civilización, y me metieron por acá a estas montañas
donde no había carretera, no había energía, no había nada, yo no sabía lo que era una mata de papa, para mí todo era extraño, desconocido, todavía no me he podido acostumbrar al clima”. Le tocó llegar a pie y abriendo camino.
La casa en la que vive actualmente se la consiguió con mucho esfuerzo. Empezó a sembrar papa, sembraron 40 bultos de papa y, en ese tiempo costaba aproximadamente 50 mil pesos el bulto, por eso aprovechó y recogió dinero para comprarle un barranquito a Luis Botero:
“Yo le dije que me vendiera un barranquito, yo ya lo había visto; eso era puro monte, por ahí era el camino antiguo que va para Abejorral; por aquí pasó la gente que descubrió Caldas, todos los colonizadores, arrieros, por acá pasó Juan De Dios Aranzazu a hacer el pueblo de Aranzazu en Caldas”, recuerda mientras señala los caminos.
Con otra cosecha que le quedó, tuvo con que comprar 400 adobes y, se fue para el río a sacar arena. Cuando iba a comprar un cemento para empezar a hacer la casa se enfermó, “cuando eso no había sisben ni nada(...). Ahí tocó gastarme los ahorritos que tenía para pagarle al oficial”.
Le tocó esperar un año para volver a arrancar, pero por ese tiempo su mamá se enfermó, y a los pocos días murió. “Volví y quedé en cero, pero con ánimos de seguir luchando”. “Eso fue una lucha de 5 años”. En la anterior campaña política, hablaba mucho con los candidatos y concejales,
porque de acuerdo a lo que menciona Libardo, al campesino le están fomentando para que se desplace. Si a los hijos, “uno les da a donde parar la casita, van a levantar la familia en el campo, se va a levantar más sana, en todos los sentidos. Aquí ellos todos dicen: vamos a sembrar unas maticas de frijoles,
todos vienen a colaborar porque tienen la comidita; en cambio usted encerrado en el pueblo en cuatro paredes no tiene sino un sueldito con lo que vive”. Siempre le ha gustado la política. Hace 25 años estuvo en la cabeza de la Junta de Acción Comunal de Colmenas.
Fue ahí cuando “llegaron los grupos paramilitares y yo era la cabeza visible, cualquier cosa yo era el que hablaba directamente con ellos. Terminé ese periodo y me dijeron (los paramilitares) que no me podía salir de la Junta y tenía que seguir como presidente; voluntariamente obligado estuve 11 años”, comenta Libardo.
Un día le llegó una amenaza y a su familia le tocó desplazarse para La Ceja. Libardo se fue para San José y le mostró la boleta de amenaza al comandante, quien le dijo que fuera al Supermercado Colombia por un mercado y se fuera con su familia para Colmenas. Ellos mismos le suministraron el carro para que fuera por el mercado que le habían prometido y por su familia a La Ceja.
Llegaron todos nuevamente a Colmenas a las 11:30 am, “a los 5 minutos llegaron 4 (paramilitares) y me dijeron -nosotros le vamos a brindar seguridad, pero ustedes nos tienen que dar la alimentación...- se quedaron como 4 meses prestando guardia.
A los pocos días tuvieron un enfrentamiento ahí en la carretera como a las 8 de la noche, toda mi familia se metió bajo la cama, yo me salí con mi hijo gateando y eso se voleaban granadas, por ahí media hora. Llamaron a San José y llegaron a los 45 minutos a apoyarlos. Al otro día amanecieron como 150 muertos”.
De acuerdo a lo sucedido en esa época, menciona Libardo que los hijos “lo bravearon” y le dijeron que, por qué no se había inscrito a la restitución de víctimas, “uno si fue parte del conflicto, pero literalmente no fui tan afectado. De puertas para adentro no se metían con nosotros, no se podían entrar; utilizaban la poceta,
llegaban al patio...”. No se metían con su familia porque ellos lo nombraron líder de toda la zona rural de la zona sur. Libardo menciona que con la pandemia del COVID-19, va a haber mucha recesión económica en Colombia en general. En vez de mejorar, “vamos a retroceder 20 o 30 años, eso la economía no se recupera de 1 día para otro”.
Además agrega, “yo converso con todos los amigos de la Vereda y me dicen que tuvimos que volver al pasado, a buscar el viajecito de leña para hacer de comer porque tenemos que economizar el gas”.A pesar de que esto se puede ver como un retroceso, Libardo lo considera algo muy importante porque “vamos a volver a ser familias productivas… ¿por qué no volvemos a los trueques?
Me voy de acá de Colmenas con 2 kilos de mora y un bulto de papa para el Guaico y traigo yucas, papas, plátanos, guineos, no tengo que ir a comprar”. Al indagarle sobre cómo se imagina Colmenas en 5 años, Libardo menciona que no visualiza nada bueno, que habrá poco progreso porque en los años anteriores ninguna administración ha hecho nada por la comunidad;
por ejemplo “yo llevo 8 años luchando por una cancha polideportiva, yo me conseguí el terreno hice que me lo donaran para hacer un escenario deportivo” y aún no se ha hecho nada, “no ha habido una buena administración; se pasan muchas administraciones sin dar un solo peso(...) que no se burlen del campesino”.
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Legado Artista: Silvio de Jesús Blandón Henao Escultura en hierro
Silvio de Jesús Blandón Henao
Silvio ha vivido en La Ceja por más de 25 años, y en ese tiempo sólo ha estado dos días sin laborar y agradece a Dios por eso. Sus ratos libres los dedica a estar en su hogar con su familia, una de las actividades que comparte con su hijo es la práctica del Tejo, que él aprendió en su niñez, y que ahora es su legado.
Entre sus Hermanos, Ferney era al que más le gustaba festejar, sin embargo, su ausencia logró detener esas fiestas por un tiempo; la partida de su hermano ha sido de las cosas que más le ha afectado, eso es algo que aún no ha podido superar.
Nunca había participado en un proyecto de reconciliación y memoria histórica, Perspectivas de Paz fue su primera vez y tuvo una sensación muy agradable, porque a diferencia de otras personas que han tenido historias trágicas
él ha sido afortunado; frente a esto dice “a uno no más le provoca es darle un abrazo ya que son historias tan tristes que las personas que la superan y salen adelante son muy valientes”. Las actividades realizadas en este proyecto tuvieron un significado en la relación con su hijo mayor, quien hace parte del proceso, ya que le ha permitido valorar y sentirse muy orgulloso de lo que está haciendo.
Silvio nació en Sonsón, de allí es toda su familia, sus papás, sus abuelos; él tuvo que salir de su vereda teniendo un año de edad (en el año 1977) ya que para su padre la situación era muy complicada y conseguir comida no era fácil, además también estaba la situación de la violencia
Por suerte una tía que vive en el Tolima les hizo saber que en ese lugar había más posibilidades de trabajo y así, su Padre tomó la decisión de llevarse a su familia para el Tolima y estabilizarse gracias a los cultivos de café; con mucho esfuerzo construyó su casita, también una tienda, y una cancha de tejo y de billar; esto generó muchas dificultades con un vecino que tenía un negocio que no prosperaba:
“Así transcurrieron un par de meses hasta que pudimos hacer un cambio de finca y mudarnos a otro lugar. Diecinueve años después llegó la crisis del sector cafetero, lo que los obligó a migrar a La Ceja. Su familia vendió la finca que tenían en el Tolima debido a las dificultades económicas: “en menos de un año llegó la guerrilla a la finca que vendimos y el señor que la compró la tuvo que abandonar”
En él permanece guardada la experiencia que le brindó el ejército a sus 20 años de edad, ya que a pesar de ser una etapa muy dura, pudo recoger muchos aprendizajes: “el ejército te deja una marca que dura toda la vida”. Otro de sus recuerdos fuertes en el ejército fue cuando experimentó un hostigamiento por parte de la guerrilla el día de su cumpleaños
las balas se sentían pasar a centímetros y él sólo escuchaba el sonido del arma mientras se descargaba; Silvio recuerda mucho el lema de su Capitán “yo estoy para defender el pueblo no para matar guerrilleros”.
Para el 2025, Silvio cree que las personas recordarán esta época de Pandemia como un momento en el que ocurrió un cambio fuerte, la gente estaba acostumbrada al caos, y se tuvo que pasar al aislamiento en las casas: “nos descubrimos a nosotros mismos”.
Escrita por Cristian Camilo Uribe
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Mi héroe, mi abuelo Artista: Rubén Antonio Arias Dibujo a lápiz
La fuerza que lo sostiene
Rubén nació en La Ceja hace 22 años y allí ha vivido toda su vida. Vive con su abuela, sus tías, sus primos y sus primas; y le ayuda a su abuelita con los deberes de la casa. De La Ceja le agrada el paisaje y el clima. Es un chico que le gusta trabajar, aunque no puede desempeñarse en cualquier labor por su discapacidad, una escoliosis: “no puedo hacer actividades que impliquen mucha fuerza, y me canso mucho sentado”.
Incluso tuvo que retirarse de estudiar porque no aguantaba largos periodos de tiempo sentado, cursando hasta séptimo; aunque le gustaría regresar a terminar sus estudios. Le gusta mucho dibujar y considera que es una de sus mayores fortalezas.
Recuerda de su infancia cuando se accidentó en una moto a la edad de 7 años. Se fracturó una pierna y estuvo en rehabilitación. Su tía Andrea fue quien más lo acompañó en ese difícil proceso; y de vez en cuando su mamá lo cuidaba, ya que por su trabajo no podía estar todo el tiempo con él.
Su abuelo era su héroe favorito: “desde mi niñez andaba con él siempre; donde él trabajaba me quedaba con él hasta que salía”. El momento de la vida en que sintió mucho miedo fue cuando su abuelo falleció. Sintió una profunda tristeza, no sabía qué hacer, pues Rubén estaba donde estaba su abuelito, y luego de su fallecimiento se sentía muy solo ya que él era su mayor compañía. “Si pudiera traer a mi abuelo, lo traería en el día del padre, porque cuando llega ese día es muy duro, uno no sabe a quién darle el feliz día del padre”.
Ahora que está en su juventud, la escoliosis lo sigue afectando porque le causa dificultad para dormir, y cuando camina se cansa mucho y se asfixia. A pesar de estas dificultades físicas, Rubén ha aprendido de su enfermedad a soportar el dolor que es bastante y duro. Y su motivación más grande para seguir adelante es su abuela.
En este momento Rubén está luchando por la cirugía de la escoliosis con la EPS, con la esperanza de mejorar su condición física y poder aportar económicamente en su familia.
Su sueño cuando era niño, era terminar el bachillerato; y aún ese sueño sigue vivo: “Siento tristeza, aburrimiento al saber que no he podido lograr ese sueño, aunque siento que lo podría lograr”.
Escrita por Leidy Ríos
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Nuevo Amanecer Artista: Sandra Isabel Henao Pintura en cartón paja
Érase una vez un nuevo comienzo
Sandra Isabel es una mujer que siempre tiene una sonrisa para todos. Su mayor habilidad es el liderazgo, y cuando se trata de mejorar la comunidad ella siempre está presente.
De niña su deporte favorito era el fútbol, a través de él ella se sentía viva, con ganas de luchar y salir adelante por sus sueños.
Siempre quiso ser futbolista y veterinaria. Este primer sueño pudo cumplirlo, y gracias a los patrocinios que recibió por parte de la alcaldía del municipio, pudo participar en la selección de Antioquia por 6 meses y, en la departamental durante 1 año; siempre jugaba como lateral izquierda. El sueño de veterinaria no lo ha logrado cumplir debido a las condiciones económicas, pues no pudo estudiar en la universidad.
Desde los 5 años, aproximadamente hasta los 13, Sandra recuerda que en su territorio, la vereda Colmenas del municipio de La Ceja, estuvieron asentados y controlando, los paramilitares. En ese entonces su padre era el presidente de la Junta de Acción Comunal, por lo que ella sentía temor de que le fueran a hacer algo, en su mente se le quedaron grabadas unas palabras que él les dijo para protegerlas: “si alguna de esas personas les preguntan, si han visto a alguien pasar, respondan que todos estaban vestidos igual y que no saben nada”.
También estaba el temor que albergaban, sobre todo a medida que crecían, pues se escuchaban rumores que el comandante había dicho que cuando los niños y niñas cumplieran 12 años los iban a reclutar. Finalmente, a ella y a su familia no les pasó nada grave en ese tiempo de tanta incertidumbre y violencia.
Con el paso de los años, Sandra fue creciendo y la presencia de esos grupos armados fue disminuyendo, lo que le ha permitido regresar y estar mucho más tranquila habitando su vereda en compañía de su esposo y sus dos hijas pequeñas, quienes aprenden y disfrutan mucho del campo.
Como se mencionó anteriormente, una de sus mejores cualidades es el “liderazgo”; ella siempre hace lo posible por lograr unas mejores condiciones de vida para la comunidad. Esta cualidad la ha aprendido de su padre; así como la pasión por el trabajo comunitario, la lucha por sus derechos, el amor y la defensa de la zona rural, la importancia de sembrar alimentos y de generar oportunidades para que los campesinos tuvieran un buen vivir.
Es así como ella, ha participado de muchos procesos formativos, donde ha cualificado mucho más su liderazgo como mujer joven rural y de esta manera ha podido generar propuestas en pro de su comunidad y de su familia.
En este trayecto por la vida todos tienen algo que les impulsa a ser mejores personas y, sin duda para Sandra sus dos hijas son el motor de su vida; por quienes ella quiere una mejor vereda y un mejor futuro. Es por eso que sueña con terminar su propia casa en donde pueda vivir tranquila con su familia.
Escrita por Catalina Carmona y Cristina Ríos
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Territorios abrumados Artista: Luz Amparo Chica Franco Cuadro pintura en tela
Secuelas... el impacto de la guerra
Amparo nació en la vereda Piedras del municipio de La Ceja (Antioquia), se crió allí con sus hermanos, en la tranquilidad de sus montañas y la solidaridad de las personas de la comunidad.
Su madre le enseñó la responsabilidad, la lucha y la autonomía, “Mi heroína ha sido siempre mi mamá, no es que mi mamá ha sido súper,
yo recuerdo que mi mamá, esa era la que estaba con nosotros siempre, siempre (…) tiene 83 años y todavía, guapa mi mamá, yo la admiro mucho”.
Ella soñaba con una familia muy linda, un esposo dedicado, que la quisiera y se lo demostrara, pero debido al problema que tiene su esposo con el alcoholismo, su sueño no se hizo realidad. Pese a esto, ha continuado en su relación por 28 años, y considera que uno de sus mayores logros es haber conseguido superar el miedo a la maternidad y ser la madre de dos hijos maravillosos que hoy, por hoy son su orgullo más grande“
De su territorio recuerda de manera muy marcada la incursión de los paramilitares y todo lo que fueron dejando a su paso, “Eso de los actores armados, los paracos, eso siempre afectó mucho, se tomaban las casas, uno siempre salía con miedo, inclusive decían que mataban y que dejaban por ahí tirados los cuerpos, o los enterraban por ahí”.
Comprende que el conflicto armado generó en toda la población múltiples afectaciones, marcas, secuelas que necesitan ser traídas a la memoria para poder sanar donde los actores armados dejaron huella.
Fue así como su hijo mayor, tuvo una afectación tan grande en su visión del mundo y de la humanidad, que le fue muy difícil superar y empezó a padecer la depresión, unos años más tarde. Éstas secuelas necesitan ser nombradas, comprendidas y se requiere además de un acompañamiento que posibilite su transformación, para que pueda ser posible la sanación, en todos los territorios (cuerpo, casa, vereda, país) es urgente que se desarrollen procesos de memoria para sanar individual y colectivamente.
Es este proceso de memoria histórica del proyecto Perspectivas de Paz, es en el que Amparo logra recobrar esos hilos y reconocer que también fueron víctimas de un conflicto que dejó muertes físicas y también heridas emocionales.
En medio de todo esto, ella siempre recuerda el apoyo y la solidaridad de todas las personas de su vereda, y a pesar del miedo, con acciones pequeñas, se apoyaban para darse esperanza.
Vivió también de manera cercana el reclutamiento de jóvenes a los grupos armados, pues un sobrino de su esposo, empezó a hacer parte del grupo de las autodefensas, esto le generó preguntas y sentimientos encontrados, ya que lo querían y al mismo tiempo le tenían miedo “Un sobrino de mi esposo, yo no sé si se lo llevaron o él quiso, pero a nosotros nos daba muy duro venir aquí donde Rosita y verlo a él con esa gente, que la familia de uno ahí metida”.
Esto les mostró lo difusa que es la línea entre ser parte del conflicto como víctima o como victimario… pues tanto en uno como en el otro hay una humanidad presente, una historia.
En este momento, sueña con ver nietos corriendo por su casa y que éstos puedan aprender de la paz, y no de la guerra, que puedan vivir su niñez con tranquilidad, rodeados de amor.
Escrita por Cristina Ríos
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Los colores de la diversidad Artista: Sara María Tobón Tobón
Mandala tejida en cañamazo, con marco
Los colores de la diversidad
Sara Tobón es una mujer luchadora, simpática y soñadora, vive en el corregimiento San José, tiene 31 años, es soltera, no tiene hijos y es egresada como Socióloga de la Universidad de Antioquia; sus padres siempre han sido campesinos y a pesar de las carencias económicas, la han ayudado a salir adelante.
Le encanta aprender y es una mujer apasionada por leer, ella dice: “la universidad me abrió la mente y tomé los libros como un escape”. Sus primeros estudios fueron en la vereda y su bachillerato en un colegio de San José, “mi bachillerato lo estudié en medio de la violencia, fue un choque muy duro porque los compañeros del colegio La Paz nos gritaban ‘¡paracos!’”.
Recuerda que muchos jóvenes de la época se involucraron con ellos y algunas mujeres ahora tienen hijos huérfanos, “Los hijos de la guerra” como les dice ella. Cuando empezaron el colegio, para soportar les tocó adaptarse a la dinámica de ver tropas patrullando, sus carros, los secuestrados, las balaceras, los enfrentamientos y el control político de esa época. Recuerda que en su vereda hicieron una masacre de 7 personas, era 1997 o 1998, fue una masacre selectiva donde mataron a personas líderes y activas de la comunidad,
obligando a que muchas familias se desplazaran al casco urbano de La Ceja; Sara recuerda las “escaleras” llenas de pasajeros y las 7 familias que quedaron habitando la zona, entre ellas, la suya y la de sus tíos, “la vereda parecía un pueblo fantasma, se sentía el miedo en el ambiente, en esa época nos aferramos mucho a Dios y rezábamos y rezábamos, yo quedé con miedo a la pólvora, el sonido de balaceras y tiros se me hace similar”.
Su padre y sus tíos tenían autos, en ocasiones se los llevaban para transportar tropas. En esa época no había comunicación y siempre estaba el miedo de que no volvieran, recuerda que se sentaba con su hermana a ver la carretera a la espera de su regreso. Es algo de lo cual a los padres de Sara no les gusta hablar, pues es revivir el miedo de transportar rehenes y secuestrados que llevaban para matar.
A los conocidos los mataban y los dejaban ahí para crear pánico colectivo, también operaban con desaparecidos de otros municipios, pero dice ella que aún no es fácil decir lo que ocurría.
Cuando empezó el conflicto perdieron la tranquilidad, pero se adaptaron a la situación, los paramilitares hacían rondas por las veredas mientras que, a San José, lo tomaron como centro político; tenían puntos estratégicos donde acampaban y se quedaban hasta 20 días, la casa de su familia y la de su abuela llegó a ser uno de esos puntos. Con gran vivacidad nos cuenta la historia de una profesora muy valiente que, al llegar las tropas, hacia respetar los niños y la escuela, se paraba frente a ellos y pedía que no estuvieran ahí con armas, los protegió mucho.
El trabajo en la comunidad le parece necesario para recuperar los lazos de confianza por medio de la socialización; “hay situaciones muy duras y personas que sufrieron mucho por el conflicto, pero uno los ve tranquilos hablando del tema y el hecho de ser escuchados es muy importante, da tranquilidad y es una actividad muy enriquecedora” dice Sara al contarnos su experiencia en los talleres de Perspectivas de Paz.
El trabajo en la comunidad le enseñó que hay cosas que los unen, ella como profesional está comprometida con su territorio para seguir procesos que dignifiquen a las víctimas, recomienda empezar con los niños para que conozcan su historia y no se repita la violencia, que se sientan orgullosos de todas las riquezas que tiene su corregimiento y que contribuyan a cambiar las formas de pensar; “hay jóvenes con mucho talento que podrían salir adelante con la educación y poder resignificar el territorio, este proyecto es perfecto para esto” nos comenta.
Escrita por Edison Valencia
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La historia de mi vida Artista: Daissy Ortiz Manualidad sobre cáscara de huevo
Daissy Ortiz
Mi nombre es Daissy Ortiz tengo 30 años, actualmente me encuentro viviendo en la ciudad de Pasto, hace ocho años tuve mi desplazamiento, yo vivía en el departamento de Nariño en el municipio de Barbacoas, en ese entonces me encontraba viviendo el con el papá de mi hija y mi niña que tan solo tenía un añito, nosotros teníamos un local grande, una tienda, un día nosotros íbamos en la calle por el centro con la niña cuando de repente pasó un señor, saludó al papá de mi hija, desde ese entonces ya no hubo más tranquilidad en la casa, porque el señor lo llamaba en repetidas ocasiones, él a veces se colocaba nervioso, no contestaba, pero nunca me dijo nada a mí.
Al pasar unos días se escucharon unos comentarios, unos rumores acerca de lo que estaba pasando, unas señoras llegaron a la casa y me dijeron que yo me había metido con un paramilitar, la verdad a mí me costaba creer porque yo lo conocía desde hacía mucho tiempo y pues nunca sabía nada de él, si sabía que ellos tenían un desplazamiento anterior y que el padre de él era desaparecido, pero pues no sabía de donde llegaba él.
Después de eso pasaron dos días más, cuando un muchacho se acercó al negocio, eran las dos de la tarde, y me dijo, lástima que estas cosas le pasen a usted tan joven, en ese entonces tenía 22 años apenas, y agregó yo creo que lo mejor es que se vayan, mi jefe dijo que a las siete de la noche iban a acabar hasta con el nido de la perra, así en esa manera se expresó, cuando yo entré a la habitación yo le dije al padre de mi hija que era lo que pasaba y él estaba muy nervioso,
él lo único que hacía era cogerse la cabeza y no me daba explicaciones de nada, y pues en ese momento valía más la vida de nosotros a terminar más mal. La verdad, en ese entonces el transporte era bien difícil en Barbacoas, había un bus que salía a las cinco de la tarde, pero ese día estaba lloviendo muy fuerte y
nosotros no alcanzamos a llegar ni a la terminal, salimos a la carretera, estábamos todos mojados, mi hija y yo embargadas en lágrimas, ese instante en el que uno no sabe qué hacer, todo se pierde, todo lo que uno construye con tanto esfuerzo se acaba.
Llegamos acá a la ciudad de Pasto a las tres de la mañana, estábamos todos mojados, llegue donde unos familiares y pues la verdad después de que se realizó la declaración y todo es no tuvimos ayuda de ninguna clase, cuando pasaron los días nos vimos llenos de humillaciones y la verdad fue muy difícil. Al tiempo, le salió a mi papá un subsidio de vivienda y desde ese entonces yo tuve que afrontar la separación
se me vinieron muchas cosas encima, cuando inicialmente me puse a vivir en el lugar donde me encuentro hubo una persona que agredió a mi niña sexualmente, tuve que pasar por muchas cosas, fue muy difícil. Yo he seguido luchando sola con lo hija, actualmente tiene nueve años gracias a Dios, él nunca nos ha desamparado, logré terminar mi carrera como enfermera y pues no tenemos los grandes lujos ni las grandes cosas, pero día a día tratamos de superar todas las cosas que han pasado gracias a Dios.
Escrita por Daissy Ortiz
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Ven Señor Jesús Artista: Padre Bernardo Erazo Villota Composición
Padre Bernardo
Bernardo Erazo Villota, hijo mayor de cinco hermanos. Mi vida académica la desarrollé en la escuela expiremental de San Pedro de Cartago, Concentración de Desarrollo Rural del Sauce La Unión, Seminario Mayor de los Sagrados Corazones de Jesús y María y Universidad Santo Tomás.
En la ejecutoria de mi liderazgo social y religiosa realizado en la comunidad de La Unión Nariño me permito señalar las siguientes acciones significativas, que por supuesto generaron señalamientos, estigmatizaciones y persecuciones:
1. Por los cobros altos e injustos en el servicio de energía eléctrica lideramos la organización social de resistencia civil, desobediencia social y por las acciones de hecho, sufro la persecusión de los gobiernos locales y de la Iglesia.
2. Luego de una exahustiva investigación se concluye que la fuerza pública de la policía nacional y la estación con sede en el norte de Nariño, dos de sus miembros activos fueron los determinadores intelectuales y materiales del asesinato de dos comerciantes de café. En uso de nuestras atribuciones pastorales presentamos nuestra denuncia judicial que finalmente son juzgados y condensados. Lo anterior me generaría amenazas de muerte, de la misma manera señalamientos y betos por parte del jerarca diocesano.
3. Por las arbitrariedades de las políticas económicas de los gobiernos nacionales de turno, se decide organizar al sector-gremio de los cafeteros para expresar las voces de inconformismo y protesta por los altos costos de los insumos, inasistencia técnica, el deligenciamiento absurdo para acceder a créditos, bajo precio en la comercialización y ausencia de acompañamiento del estado a los pequeños y medianos productores, entre otras irregularidades atentatorias contra el campo cafetero.
Decidimos aunar y organizar los esfuerzos de las voluntades sociales y populares del sector, impulsamos movilizaciones, resistencia civil agraria, tomas pacíficas de las vías viales principales y concertación popular del pliego de peticiones. Esto me generó persecusiones por el estado y sus instituciones y de la misma manera por el representante legal de la diócesis, suspenciones de mis funciones.
Con la comunidad cañicultora y panelera de Sandona, al igual que la anterior sufre la tragedia y la triste realidad que la he denominado "falsa economía estatal" que destruye y mata lentamente los sueños de los pequeños y medianos productores paneleros.
1. La apertura del tratado libre comercial (tlc) del año 200 llevaron al traste la economía de la sona occidental del departamento de Nariño. Irónicamente invasión del producto panela extranjera de bajo precio y mediana calidad, esto generó angustia entre sus pobladores e inaguramos nuestros procesos organizativos y de resistencia agraria, construcción del pliego de peticiones, movilizaciones u açciones de hecho en sitios estratégicos viales, preparación de la delegación negociadora ante el gobierno nacional. Una vez más el silenciamiento, señalamientos y suspensiones por parte de la Iglesia, una permanente persecusión política y religiosa.
2. Con el concurso y representatividad de los diferentes liderazgos económicos, políticos y sociales, emprendemos una carrera por incidir en las profundas necesidades colectivas de los ciudadanos de bien en generar nuevas coordenadas de participación democrática y electoral local. En mi calidad de garante, impulsamos el denominado "Proyecto Político de Unidad Sandoneña". Este proceso sale victorioso y luego se ve frustrado por el burgomaestre que viola el pacto social y
corrompe la administración. Por lo anterior se conforma el comité de resistencia civil, nos tomamos por la fuerza las instalaciones de la alcaldía municipal por 27 días. Finalmente se logra la derogación de su mandato, es suspendido e inhabilitado para ocupar cargos de elecciones popular. Por lo anterior soy suspendido de manera definitiva de mi cargo, sufro persecusiones continuadas de orden político, social y religioso, amenazas reiteradas de grupos al margen de la ley y fuerzas.
Escrita por Padre Bernardo
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Propósitos de vida Artista: Lida Jimena Flórez Collage
Semillas de protección y amor para la niñez
Cuando Lida era joven, se soñaba con alimentar a los niños en guarderías o en restaurantes escolares, soñaba siendo parte del personal de la cocina de estos lugares, y pudo cumplir este sueño; trabajó 8 años en restaurantes escolares y actualmente se desempeña como manipuladora de alimentos en un CDI (Centro de Desarrollo Infantil) hace 8 años. Es una mujer responsable, respetuosa, trabajadora y sobre todo, buena mamá; estas son sus mayores fortalezas.
Es madre cabeza de hogar, tiene dos hijas y vive con ellas, su madre y dos hermanas. Nació en el municipio de La Cejay se refiere a este como un lugar muy acogedor y con muy buen ambiente. Así como lo recuerda cuando era niña, cuando salía a jugar al parque que estaba cerca de su casa.
Aunque Lida refiere no tener recuerdos tristes de su infancia, si vivió un evento donde sintió mucho miedo en la época que los paramilitares llegaban a las casas a buscar personas:
“en la casa mía llegaron a las 2 de la mañana a preguntar por un primo de mi mamá que era muy tremendito y se entraron a buscarlo tapados, encapuchados y con las armas. Nos dijeron que prendiéramos la luz para ver si estaba el muchacho pero allá no estaba”.
Lida recuerda cuando estaban los grupos armados en el municipio, y que le tocaba escuchar y ver cosas. En esa época sufrió la pérdida de un ser querido, su hermano: “a mí también me mataron un hermano al frente de mi casa los paramilitares,
cuando hubo toda esa matanza. Tenía 18 años. Y uno siempre recuerda, y uno a toda hora está viendo cada momento dónde lo mataron”. A pesar de esos tiempos difíciles, reconoce que ha podido superarlo y siente que este suceso ya no le afecta en su vida.
En ese entonces contaba con la compañía permanente de su abuela, en quien confiaba. Vivía con su abuela porque su mamá tenía que trabajar para poder llevar la comida a la casa.
Su mayor motivación es sacar a su hija menor adelante, quiere darle un buen ejemplo, que ella sea una niña buena: “De ser madre sola, que tuve las hijas muy joven, que no tuve un apoyo que me dijera: ‘vea póngase a estudiar, vaya a la universidad’, mi mamá nunca se sentó conmigo. Yo le decía yo no voy a estudiar y ella me dejaba hacer lo que yo quisiera. Yo me salí de estudiar y ella no me dijo nada. Entonces yo no quiero que mi niña siga mis pasos. La mejor herencia que uno le puede dar a los hijos es el estudio”.
Le gustaría aportar de manera más significativa en su territorio ayudando a la comunidad, asumiendo un rol como líder; le gustaría hacer talleres con los niños de su barrio, actividades, estar con ellos, que estén entretenidos, que no estén pensando en droga. Dice que por allá hay personas que consumen drogas y los niños observan, y que quiere evitar precisamente que vean esos ejemplos, porque “los niños son como esponjas que absorben lo que ven y escuchan”.
Escrita por Leidy Ríos
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El fotógrafo de San José Artista: Marcos Guevara
Fotografía
Carlos Guiral
Carlos Guiral, fue único fotógrafo de San José de Oriente entre los años 80´s y 2014. Casi todas las familias de San José de Oriente poseen una foto realizada por él. En la actualidad, Carlos conserva un archivo análogo de más de 2.000 fotografías, en cajas plásticas. Él ha conservado los archivos que narran parte de la memoria del pueblo, esperando en algún momento que alguien le ayude en la conservación de esta memoria visual.
Escrita por Marcos Guevara
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Pescador de Libertad Artista: José Gabriel Ramírez Revista
Pescador de libertad
Esta es la historia de un hombre campesino con gran sentido de comunidad, a quien le tocó enfrentar varios años de muchos conflictos que demandaban de una persona con carácter y liderazgo, lo que le obligó a ponerse, junto a sus dos compañeros de vereda, el peso de una tierra abandonada a merced de la violencia que un día tocó a sus puertas.
Todo inicia en su municipio natal, Abejorral, un pueblo campesino situado a 86 km de la ciudad de Medellín. Rodeado de montañas, cafetales, flores, ganado y familias humildes que guardan en su sangre la raíz del oriente antioqueño. Él sólo estudió hasta segundo de primaria porque su padre le pidió que empezara a acompañarlo a quemar leña para vender el carbón y así llevar sustento a la casa. Le encantaba construir sus propios juguetes, sobre todo recuerda su batea, una pequeña barca hecha con madera que iba recolectando y armando en sus tiempos libres y en la que un día aprendió su gran pasión, la pesca.
Su amor por las comunidades nació desde pequeño cuando los curas iban a hacer catequesis a la vereda; poco a poco crecía dentro de él un anhelo por ser sacerdote, solo que al no haber estudiado y no tener la capacidad económica para ir al seminario, este sueño lo tuvo que dejar pasar.
Se convirtió en agricultor a los 16 años en una finca cafetera, experiencia que lo llevó a Colmenas hace más de 30 años a sembrar papa con su esposa con la que hoy en día lleva 45 años de casados, y “levantó” y vio crecer a sus 9 hijos.
Una tierra fértil con aroma a flores y dulce miel de abeja, característica que lleva en su nombre y en un cartel que al ingreso de la vereda dice “silencio, abejas trabajando”. Allí donde han nacido durante tantos años las flores que embellecen los hogares, ellos lo reconocen como lo que “acabó con nosotros”, porque se convirtió en lo que “solo lucraba a los más pudientes” y marcaba cada día una línea más gruesa entre los dueños de los cultivos y los campesinos. Línea que se hizo más evidente cuando llegó la guerra a Colmenas.
Mientras los campesinos trabajaban, los patrones escuchaban en la radio que lo peor estaba llegando. Apresurados empacaban sus cosas, liquidaban a los trabajadores, cerraban los cultivos y tomaban rumbo directo hacia el pueblo de La Ceja que prometía resguardo para los más afortunados.
Colmenas funcionó como un corredor para que las tropas armadas atravesaran entre los municipios de La Unión y La Ceja, y ellos se aprovechaban de los recursos de las comunidades para alimentarse y abastecerse, incluso de lo único que tenían las familias para comer. Este campesino encarna el sentimiento desgarrador que vivieron aquellos días: “Nos dejaron solos cuando empezó la violencia, todos se fueron y nos dejaron sin nada”. Solo les dejaron el miedo y el dolor de ver cómo a lo lejos de las montañas, se acercaban grupos de hombres armados y uniformados de un verde opaco.
Al enterarse de lo vulnerables que estaban frente a las injusticias y con un gran sentimiento de impotencia, en una reunión de la junta comunal decidieron ir al despacho del alcalde donde esperaron varias horas; el alcalde, al ver que ellos no cederían, los invitó a su oficina. Para este hombre, a partir de ese día la situación dentro de la vereda tuvo un cambio positivo; el conflicto seguía presente, pero por lo menos sentía que la asistencia del gobierno generaba más momentos de tranquilidad. Así que tomó las riendas de la vereda como líder. Aquel día del 2002 no se le olvida cuando el ejército citó a los líderes en una vereda vecina y se anunció que la tranquilidad a sus casas muy pronto llegaría.
Hoy en día este hombre se dedica a sembrar la mora, vive con su esposa y dos hijos, y las responsabilidades le han impedido volver a pescar, porque trabaja muy duro para poder comprar un terreno propio y poder descansar. Su vena social no la ha perdido y se sueña con que la vereda sea para los campesinos, que la inversión vaya directamente al desarrollo de todos.
Escrita por José Gabriel Ramírez
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Luciana y los 4 elementos Artista: Brian Ferrer Pintura a lápiz de color
Luciana y los 4 elementos
Tierra, fuego, agua y aire: son estos los cuatro elementos constitutivos de la naturaleza y se podría decir que, en esencia, son los cuatro elementos de los que está forjado cada ser que habita nuestro planeta.
Luciana, no es ajena a esta realidad. Nacida en las montañas del municipio de Amagá, una tierra lejana del suroeste antioqueño. Allá, día a día, los hombres entran a las profundidades de La Tierra para arrancar de sus entrañas parte de su esencia materializada en una especie de oro negro: el carbón.
Su historia, en efecto, es la suma perfecta de los 4 elementos: ella es fuego que arde e ilumina; tierra que se convierte en roca firme para sostener a su familia; aire que da un nuevo aliento para seguir adelante; y agua que purifica a quienes están a su alrededor.
Luciana es tierra: Su familia siempre ha sido su motivación más importante. Hace 8 años, como ella lo manifiesta, tuvo la bendición de ser madre por primera vez. Su hija y su esposo eran el centro de su vida. Ella se dedicaba a las labores del hogar, nunca tuvo la fortuna de estudiar y las oportunidades de trabajo en la zona, para las mujeres, son bastante escasas. Él, por su parte, era uno de esos arriesgados hombres que día a día entraban a las entrañas de La Tierra a extraer carbón de ella. Su vida era un vaivén entre la mina y su casa.
Ella era la roca, la piedra angular, el equilibrio de amor y templanza que requiere una hija para ser educada y un esposo para ser acompañado en su vida. Ella, es tierra fértil que dio fruto de amor en su hija y en su matrimonio.
Luciana es fuego: Aquella era una mañana como cualquiera del año 2015. La cotidianidad abrazaba el hogar de Luciana. Ella, despierta desde la madrugada para despedir a su esposo y él a darlo todo en la mina para traer el sustento al hogar. Nada era distinto, pero ella se sentía diferente, con ese “pálpito” extraño en el corazón que pareciera ser una premonición para la tragedia que se avecina.
Sólo un par de horas pasaron para que el rumor se empezara a esparcir por todo el caserío: una de las minas se había reventado. Su pálpito se hizo cada vez más fuerte, como si supiera que era un pedazo de su corazón el que se ahogaba en una de esas minas. Su fuego interior ardía incesantemente, mientras corría a la mina de su esposo para corroborar lo que desde la mañana ella presentía.
Uno de los mineros la vio, corrió hacia ella, la abrazó y rompió en llanto: él fue el que la reventó, su pico dio la estocada para que su mina se comunicara con otra antiguamente sellada y que en su abandono se había llenado de agua. Todo el agua represada a gran presión, había salido disparada hacia él y luego hacia sus compañeros. Algunos lograron correr y ponerse a salvo, otros no contaron con la misma suerte.
Eran 12, su marido, su cuñado y otros conocidos, yacían sumergidos en el socavón de la mina a la espera de que sus cuerpos fueran recuperados. Fueron necesarias 72 largas horas para que la Fiscalía permitiera reclamar los cuerpos para darles cristiana sepultura.
Su pequeña hija no entendía lo que pasaba. A diario preguntaba por él sin que Luciana supiera cómo explicarle. La relación con su chiquita se hizo cada vez más estrecha, sólo se tenían la una a la otra. En ella, en su chiquita, encontró la chispa que avivara nuevamente la llama de fe para querer vivir.
Luciana es aire: Un nuevo suspiro, un nuevo aliento, una gran bocanada de aire permeó de oxígeno cada rincón de su cuerpo y de su vida. Luciana había encontrado una nueva razón para madrugar día a día. Ciudad Don Bosco hizo parte de ese aire, con la oportunidad de brindar a su hija acompañamiento psicosocial, alimentación, recreación y educación. La vela de su barco estaba izada, y con viento fuerte navegaría hacia una nueva vida.
Luciana es agua: Luego de la tragedia, Luciana navegó en soledad y sintió ahogarse en sus sentimientos y pensamientos. Con un nuevo aire llegó a lugares inesperados y vivió experiencias que nunca creyó vivir: edificar su casa, dejar los oficios del hogar para salir a conseguir el sustento, ver crecer y educar sola con amor y tenacidad a su pequeña; pero había un mar turbulento y arriesgado al cuál no había podido llegar: las aguas del amor.
Pero como ella misma lo expresó, “en la vida uno siempre encuentra ángeles”, y para ella, ese fue su psicólogo. A él siempre le agradecerá una lección de vida: "Tú eres la dueña de tu vida, de tus sentimientos y de tu corazón. Y sólo tú sabrás cuándo es el momento y quién es la persona indicada”.
En un principio fueron palabras sin vida, pero que con insistencia fueron calando en su corazón. Y así Luciana purificó su alma; lavó y sanó las heridas de su corazón; y sí, encontró en un buen hombre de nuevo el amor.
Hoy, Luciana es una nueva mujer. El amor se materializó nuevamente en su vientre. Su nuevo hogar tiene como pilar a Dios. Pero irónica es la vida, este gran hombre, como la mayoría de los de la zona, también trabaja en las minas.
Cada madrugada, con el beso de despedida, él lleva consigo un trozo de su corazón que vuelve a su lugar cuando entra nuevamente a su hogar y plácidamente comparten la cena antes de ir a soñar.
Escrita por Brian Ferrer.
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Ella es doña Ruth Artista: Mariana Betancur
Porcelanicrón
Ella es doña Ruth
“La flor que crece en la adversidad
es la más rara y bella de todas”
-Mulán
Es tan lindo encontrar personas en la vida que te abran mundos diferentes, que muestren caminos desconocidos y, que con su vida nos transmitan ganas de luchar, perseverar, amar y nunca desistir a pesar de las adversidades. Bienvenidos a la historia de una de las mujeres más maravillosas que he conocido: Doña Ruth, una mujer que no se cansa de perseverar y alcanzar.
Muy organizada ella, coqueta y maquillada
se levantó la pantera a aprender una mañana,
conoció a Brian, Tomás y Mariana
Manuela, Jerry y Ana
y, entre todos juntos, contamos historias, bailes y risas
tragedias, amores y muchas delicias.
Hablamos de natillas y arequipe, no importa,
pero la pantera insistía en la torta de piña.
Fue confianza a primera vista,
un grupo de leonas reunidas para aprender una de la otra.
Nos abrimos, compartimos, lloramos y bailamos
y, sin pensarlo ya nos estábamos abrazando.
“No me gustan los leones, prefiero las panteras”,
y así se identifica la actriz de esta novela.
Activa, sigilosa, con temple y amorosa,
responsable, cariñosa, generosa y bondadosa.
Esta felina ha seguido su camino
a pesar de los golpes que le ha dado el destino.
Pérdidas, desamores, chismes y varios dolores,
violencia, olvido o simplemente rumores
que la selva de cemento le ha producido
pero ella nunca deja que le opaquen su brillo.
El amor que da a sus hijos es incondicional,
fiel, leal, real y servicial la pantera entrega todo para verlos triunfar.
Sebastián, Mariana, Nicolás,
Juan Miguel que en el cielo orgulloso está,
Jerónimo y Guadalupe
además de Mariángel que es un angelito más.
La vida la ha hecho desconfiar,
pero ella sigue su camino sin resbalar.
Servicio, confianza y amor es lo que la ha ayudado a continuar
y, aunque la soledad golpee su puerta,
la lucha incansable por sus hijos la hacen capaz
de vivir el hoy, recordar el pasado, olvidar los malos ratos
y pensar en un futuro lleno de éxitos,
prosperidad, fortuna y nuevos retos.
El azul del cielo la hace pensar
en un mañana mejor lleno de felicidad,
pensando en las flores y en volver a trabajar
en aquellas bellas fincas en que la pasaba tan genial. “No borraría nada” exclama muy segura,
“pues todo son experiencias y la vida es solo una.”
Su sueño era llegar a ser profesora
y dice que no lo pudo lograr,
pero con todo respeto y admiración hoy le digo,
que qué más regalo que el de enseñar
su vida, sus sueños y su forma de pensar,
esos que me llenaron el corazón de felicidad.
Su paso por Amagá ha sido duro
pero ella es fuerte y no se ha dejado derrotar
ni por amarguras, engaños o traiciones
ni por gente que no la quiere ver triunfar,
tampoco por la envidia ni la maldad.
Y menos por situaciones del destino que la han hecho ponerse a pensar
tal vez en vidas diferentes, oportunidades y más,
no; ella sigue adelante, tratando de resaltar
con su bonita forma de ser, su sonrisa y su cocinar,
dando de lo bueno, lo mejor, a todo el que se le quiere acercar
y, aunque aún carga dolor y desconfianza en su corazón,
no es esto un impedimento para poderla tratar.
Ella ve la vida con los ojos de la esperanza
confiando en un futuro mejor,
tanto para ella y para sus hijos
como para la gente que la lastimó.
Sabe que hay un Dios que la ha escuchado siempre
y la ha ayudado a levantar
que sabe que ha sufrido como madre, hija y más
pero también que le ha dado la fuerza necesaria para continuar.
Sueña con que a ella se le haga más fácil confiar
y, que pueda recordar y amar y disfrutar
como dijo Juli “sin dolor” para poder perdonar.
Perdonar su pasado, sus historias y amar
con toda la fuerza que carga en su corazón
a su presente y un futuro que vendrá.
Escrita por Mariana Betancur.
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Samaniego, zona de resolución, reconciliación y resiliencia Artista: Gloria Rosero
Material reciclable y técnica de la servilleta
Samaniego, zona de resolución, reconciliación y resiliencia
Soy una mujer nacida en la ciudad paisaje y alma musical: Samaniego, Nariño. Comencé a vivir la violencia al perder a mi padre por grupos al margen de la ley. Soportando ese gran dolor, fui víctima de una extorsión por haber instalado una línea telefónica; me decían que debía pagar una multa de un millón y medio. En horas de la noche me llamaban y me decían que iban a empezar a fumigar mi casa, y en la fumigación iban a empezar a fumigar a mi hijo el cual tiene habilidades especiales - un ángel que Dios me dio para cuidarlo.
Llenos de miedo, con mis demás familiares el 5 de abril de 2009 tomé la decisión de desplazarnos de nuestro pueblo. A las 3 de la mañana salimos a pie con toda la familia, y lo único que llevábamos era la cartera de los documentos y agarramos dos cobijas para mi hijo y mi nieto que tenía 10 meses de nacido; salimos con mi nuera, mi nieto, mi hermano también con habilidades especiales, mi mamá, mi prima, mis hijos y yo.
Después cogimos un bus para Pasto y le pedí el favor a una prima para que nos diera posada; ella sólo tenía dos cuartos y nos acomodaron en un cuarto con unos cartones que tenían de una nevera. Ahí nos tocó utilizarlos como colchones, luego busqué unas piezas para vivir.
Se arregló un poco la situación cuando nos apoyó la Cruz Roja con unos paquetes alimentarios y unas colchonetas. Recuerdo que estaba recién operada, me habían sacado el ovario derecho, sin embargo, me la rebuscaba para lavar ropa y hacer aseos, lo mismo mi nuera; de ahí ya pudimos arrendar dos piezas en un barrio lejano, seguimos trabajando, luego mi nuera y mi hijo se separaron, mi mamá a los 8 días se fue de Pasto a un lugar más abrigado porque el frío le hacía daño, y se fue con mi hermano que tenía habilidades especiales.
Luego me ayudaron a colocar una venta de minutos y también seguía realizando oficios para sostener a mi familia y pagar el arriendo. Gracias a Dios aquí en Pasto mi hijo recibió terapias de rehabilitación. Ingresé a grupos, aprendí manualidades que me sirven para mi manutención, y recibí el regalo más grande también que me ha dado Dios que es mi apartamento.
De igual manera, la Pastoral Social me dio dos máquinas, una de coser y otra tejedora. Trabajo en una fundación y en un bus escolar, donde me permiten llevar a mi niño, donde yo voy a trabajar él va conmigo. Así transcurre mi vida, en calidad de desplazada por el conflicto armado colombiano.
Escrita por Gloria Rosero.
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Yo soy el Jaimito Artista: Jaime Hernán Viveros
Composición
Jaime, el profe coplero de esperanzas
Soy Jaime Hernán Viveros Cortés, nací un 23 de julio de 1964, en mi vereda San Luis, Municipio de Albán, Nariño. De familia campesina, el mayor de seis hermanos; mi niñez la viví junto a mis padres, quienes se dedicaban a las labores agrícolas.
Terminado mi bachillerato, contraje matrimonio con una compañera de estudio, quien al poco tiempo de egresada se le dio la oportunidad de entrar a trabajar en la docencia. Dos años después, también ingresé a trabajar como docente, donde inicié mi liderazgo en el sector rural. Con la ayuda de padres de familia y de un compañero docente, se hizo gestión para comprar un lote y construir la Escuela Buena Vista las Palmas. Por el trabajo realizado en esta vereda, fui reubicado en otra vereda que no contaba con un centro educativo, de igual manera, con el apoyo de la comunidad educativa, se construyó la Escuela El Alto de las Estrellas.
Dos años después de mi matrimonio, con mi esposa tomamos la mejor decisión de adoptar a nuestro primer hijo; diez años después, vino nuestro segundo hijo, hecho que fortaleció más la unión familiar. Con mucho esfuerzo, continué mis estudios de pregrado y postgrado como Especialista en Administración y Supervisión Educativa.
Nuestro municipio, a partir del año 2001, vivió el conflicto armado, con muchas pérdidas humanas, entre civiles y militares, por parte de grupos al margen de la ley. En el 2002, uno de mis estudiantes, quien cursaba el grado décimo, fue impactado por una bala perdida que atravesó su cuerpo y murió en mis brazos, hecho que me ha marcado psicológicamente toda mi vida. Por las declaraciones que entregué a las autoridades, he sido víctima de amenaza, sin embargo, continué con mi trabajo, creando grupos de jóvenes emprendedores, para que quienes no puedan continuar sus estudios universitarios, puedan crear microempresas y generar empleo.
De igual manera, he sido gestor para recuperar, reforestar y adecuar, la reserva forestal El Higuerón, de mi vereda San Luis, con capacidad para abastecer de agua potable a nueve veredas aledañas.
En el año 2010, presenté ante la administración de esa época, un proyecto llamado, Truequemos los campesinos. Este TLC criollo se hizo en primera instancia, con el campesinado y líderes sociales de Tablón de Gómez. Por el gran impacto, decidimos hacer un segundo evento con la participación de 24 municipios del norte de Nariño y sur del Cauca. Todos estos trabajos y emprendimientos han dado como resultado el uso creativo del tiempo para niños y jóvenes, con el fin de borrar la huella del conflicto armado, que tanto daño hizo en nuestro municipio.
Esta problemática, de violencia, la plasmé en poemas, canciones y coplas, para ser la voz de quienes no tienen voz, y con ello generar un poco de esperanza, optimismo y aliento.
Hace dos años, por motivos de seguridad, y no colocar en riesgo la vida de mi familia, fui trasladado al Municipio del Tablón de Gómez, donde he continuado con mi trabajo, especialmente en la parte ambiental, donde ya contamos con una reserva ecológica, de la cual hemos reforestado cinco hectáreas para beneficio de la comunidad. Trabajo que lo hacemos con colaboración de padres de familia y autoridades municipales, implementando la minga.
Espero se me permita, ver hechos realidad, muchos de mis proyectos, dejar huella en este sitio de trabajo y ser profeta en mi tierra.
Escrita por Jaime Hernán Viveros Cortés.
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Yéssica Sandrith Pacheco, es una joven que ha compartido su tiempo de maternidad con el trabajo social y comunitario. Ella, contribuye con los procesos de construcción de paz territorial en la Fundación Construyendo Sueños Hacia la Paz, pues quiere que su pequeña hija, crezca en un territorio libre de violencia.
Mi sueño de infancia era tener a mis padres en mejores condiciones económicas. En esos momentos había conflictos y guerra, y la situación económica era muy mala, porque a las personas les daba miedo trabajar.
Nos tuvimos que desplazar hacia Venezuela, buscando un mejor futuro. Mi madre tuvo que irse con mi hermano, ya que había para un solo pasaje. A mí me tocó esperar dos largos meses, junto a mi padre, para poder reencontrarme con ellos. Mientras estuve viviendo del timbo al tambo, en diferentes casas de familiares. Por fin llegó el día de viajar y nos tocó irnos camuflados en una mercancía que iba para Venezuela, porque éramos emigrantes. El viaje se me hizo muy largo, pero apenas llegamos lo primero que hice fue darle un gran abrazo a mi mamá.
Luego mis padres por fin tomaron la decisión de regresarnos a Colombia. Cuando regresé tenía catorce años. Aquí las cosas no fueron mejores a nivel económico, pero no volví a ser discriminada; era mejor estar en mi país.
Años después, a los 21 años, tuve a mi hija Mariángel. Ahora mi sueño es estudiar medicina y poderle dar un mejor futuro. No quiero que ella viva nunca lo que yo tuve que vivir.
Escrita por Lesly Guzmán.
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Luces, cámara y acciones de paz Artista: Cristian Sánchez
Fotografía
Luces, cámara y acciones de paz
Hace tres años, Cristian Daniel Sánchez se sentó por primera vez frente a su papá. No lo conocía. No sabía que estaba vivo, y tampoco que había sido guerrillero de las Farc. Un mes antes, un tío le había contado que tenía papá, y que él lo quería conocer. El encuentro con su padre fue muy frío, recuerda Cristian: “Solamente dijimos, hola, y duramos casi dos horas sentados en una tienda sin decir nada. Esa noche, en el cuarto del campamento sí hablamos, porque yo le pregunté por mi mamá, y me dijo que había muerto en el parto, y que ella también había pertenecido a las Farc. Tras su muerte, su padre lo había llevado a Bucaramanga, a la casa donde se crió.
Cristian, hoy de 18 años, recibió muchas noticias impactantes aquel mes de abril de 2017. Esa fue la primera vez que pisó el antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, ETCR, de Tierra Grata, en Manaure, Cesar, en donde viven cerca de 200 excombatientes de las Farc, incluido su papá. Allí, Cristian colabora con el equipo de comunicaciones y es uno de los 30 jóvenes que está formado en comunicación estratégica y digital con apoyo de la Misión de Verificación de la ONU y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.
“Antes de llegar a Tierra Grata yo era un niño problema”, acepta Cristian. “Me la pasaba en la calle y muchas noches no llegaba a dormir. Yo no tomaba, pero me gustaba acompañar a gente que lo hacía y que consumía sustancias ilegales. Andaba con los viciosos del barrio”, dice con franqueza. Días después de su llegada al ETCR decidió darse un tiempo para conocer a su papá y, en su calidad de hijo de excombatiente, empezó a colaborar en el único proyecto que le llamó la atención: el de comunicaciones.
Aunque este no es un emprendimiento productivo como tal, es el grupo encargado de la difusión de los otros proyectos del espacio y se ha convertido en una especie de semillero de jóvenes con vocación por la comunicación.
Por ello, pronto empezó a andar con una cámara al hombro y hablar de redes sociales y proyectos productivos, el trabajo lo animó mucho, al punto que se ilusionó con aprender fotografía. A él lo inspiró el trabajo de Francisco de la Hoz (Marcos), un excombatiente que lidera el proyecto de comunicaciones de Tierra Grata, y que es fotógrafo autodidacta; aprendió con un libro y una cámara análoga, en el monte.
Francisco recuerda que él le enseñó lo básico, y que Cristian aprendió muy bien. “Fue mi pupilo y para mí es un joven con capacidades artísticas y estéticas”, cuenta Francisco. Para Cristian, una cámara y las comunicaciones fueron las razones para quedarse con su papá. “Yo le voy a decir la verdad”, dice Cristian, “yo pensaba irme, porque no me llevaba bien con él y porque sentía que iba a ser discriminado, pero decidí quedarme por la fotografía, porque hice amigos, y porque me gustó mucho eso de ayudar a los demás”.
Para Cristian el futuro puede ser prometedor. Pero sus expectativas son moderadas, no obstante, está seguro de que, de cualquier manera, seguirá interesado en la fotografía: “Yo pienso que a mí me gustaría vivir de esto. A mí me ha ayudado mucho la fotografía. Para mí la cámara es libertad, y siento que aquí es una herramienta para construir paz”.
“¿Mi papá?, hombre”, responde Cristian, “esta historia es como para hacer un documental, pero le puedo decir que ya nos llevamos mucho mejor, la relación ha cambiado, y poco a poco nos hemos ido aprendiendo a conocer. Yo valoro mucho que él haya dejado la guerra, pero mi familia por quince años fue otra, entonces ha sido difícil adaptarme, no lo voy a negar, por eso me he metido con la fotografía y con los jóvenes de comunicaciones, para ver todo de otra manera, con otra perspectiva, con otro enfoque, como en las fotos”.
Escrita por Jorge Quintero
Misión de Verificación de la ONU en Colombia
Regional Valledupar
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